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La improvisación también se practica

En un artículo anterior hablamos de los hábitos que hacen que tus sesiones de práctica como músico y cantante resulten efectivas. Entre esos hábitos señalamos la importancia de programar las sesiones para no dejarse vencer por la procrastinación. Las sesiones de improvisación son el siguiente paso lógico a las prácticas de mejora teórica y técnica planificadas. Una vez que las prácticas regulares den su fruto, podrás dejar florecer tu creatividad en sesiones de práctica más libres. A continuación te lo explicamos.

No esperes milagros de improvisación sin haber practicado antes la técnica

El aspecto paradójico de la improvisación es que también se puede planificar. Pero entonces, dirás, ¿se puede seguir considerando improvisación? ¡Por supuesto! Podríamos incluso decir que si perfilas sesiones de improvisación con ejercicios técnicos específicos, las sesiones de improvisación planificadas pueden resultar una práctica relajante y constructiva. Después de todo, la idea de las sesiones de improvisación es poner en práctica toda la teoría en la que has estado trabajando tan duro. Improvisar no significa necesariamente agarrar un instrumento, empezar de cero y que, por providencia divina, toques melodías angelicales sin problemas. Recuerda que detrás de todos los buenos improvisadores se esconde un antiguo tirano de la teoría que por fin puede recoger los frutos de sus largas horas practicando la técnica.

Posibilidades infinitas

Para muchos la improvisación se traduce en libertad. Como ya tienes dominada la técnica, ahora eres libre de hacer sonar tus ideas sin sentirte limitado o tocando solamente «lo que puedes tocar». Si confías en ti mismo y en tus habilidades, podrás crear un diálogo musical, hacerlo evolucionar e incluso disfrutar en tu día a día de esa dulce sensación de realización y libertad: tus únicos límites serán los de tu imaginación.

Y, hablando de imaginación, la creatividad en el momento de tocar o cantar no se parece a ninguna otra: existen tantas posibilidades como hay momentos o estados de ánimo. Al contrario de lo que ocurre con el trabajo escrito o planificado, el objetivo no es la productividad, sino el placer y la vigorizante sensación que proporciona la creación instantánea. Después de todo, echar mano a tu instrumento bajo las estrellas de verano jamás proporcionará el mismo resultado musical que hacerlo una mañana de invierno junto al fuego, mientras que en ambas situaciones podrías practicar perfectamente tus ejercicios.

Cómo improvisar

Malas noticias para los perezosos: para dominar el arte de la improvisación no es aconsejable saltarse las clases teóricas. ¿Dejarías a cargo de tu comida a alguien que no ha cocinado nunca en su vida con el pretexto de que a lo mejor le cae una receta maravillosa del cielo? Aplicando la metáfora, un músico añadirá más o menos especias a su plato básico para mejorarlo, pero no hay que olvidar que seguirá siendo necesario que sepa preparar el plato básico.

Existen varios ejercicios que pueden ayudarte a aprender a improvisar. El primero, que te ayudará en todas las situaciones, es aprenderte al dedillo la escala pentatónica en todas las posiciones y tonalidades. La principal ventaja de este ejercicio es que te ayudará a adaptarte a casi todas las canciones.

Una vez interiorizada esta regla fundamental, tienes la libertad de ser más o menos «locuaz» en tu improvisación. Puedes desplazarte por las escalas a la velocidad de la luz para usar tu técnica o «destilar» las notas para expresar más emoción. Por ejemplo, aprende a usar los silencios, que no son necesariamente sinónimos de duda sino de expresión. Aprende también a usar y controlar el ritmo y el espacio sonoro. Empezarás a comprender que una sola nota puede decir mucho más de lo que jamás podrían hacerlo mil. Practica tocando dos notas cada dos medidas, luego pasa a seis, no dudes a la hora de variar y no tengas miedo de los pequeños «hipos», en vez de eso, aprende a integrarlos en la composición.

Otros ejercicios eficaces y divertidos:

  • Explora los contratiempos para romper tus hábitos.
  • Evita ciertas notas para trabajar otras notas.
  • Imita los hábitos de tus artistas favoritos para ayudarte a destacar.
  • Toca con los ojos tapados, así no podrás tocar «por reflejo visual».
  • Programa sesiones de improvisación con otros músicos y asigna una secuencia a cada uno.

Todo esto es lo que llamamos «dejarse llevar» y lo que te permitirá al final ser bueno improvisando y encontrar tu propio estilo.


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